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Joan Flaquer, el sedente.

¿Dónde quedó aquel Joan “culo inquieto” de las primeras temporadas?


¿Madurar lleva pareja la inmovilidad física?


Da la sensación que este brutal cambio que se está operando en el “polvorilla” de antaño esté arrastrándolo a un comportamiento apático, acojonado, derrotado, a merced de la mente enferma de alguien que busca venganza y llevarse por delante a culpables y a sin culpas.

Ahora mismo, Joan parece un títere en manos de Lidia.

Él, que no se callaba ni bajo el agua; que desafió constantemente la legalidad, sobrepasando líneas rojas; que ha obviado tantas veces el sentido del deber y se ha enfangado una y mil veces. Ese Joan inconsciente que atentaba, física y verbalmente, contra la iglesia, la familia y contra todo lo que se moviera en contra suya.


Ahora lo vemos acorazado bajo el pesado yugo de la culpabilidad que le hace sentir su conciencia. Que sí, que algo tiene que ver pero no tanto como él cree. Pero al que la “todopoderosa y maléfica” Lídia tiene contra las cuerdas de la única manera que puede: asestándole una y otra vez golpes psicológicos. Porque físicos, obviamente, no le alcanzarían.


Pero ella da donde duele. Ahí donde Joan empezaba a ver la realidad de su anterior día a día y que, de un tiempo a aquí, estaba comprometido a cambiar.


Se tambalean sus fuerzas. Tanto, que apenas se mueve para defenderse. Ni para casi nada. Sus secuencias se convierten, a menudo, en muestras tensas de gestos y palabras y sentimientos y ... sí, transmite, pero casi siempre sentado. Mostrando inferioridad. De condiciones. De armas. Y hasta de ganas.


¿En qué te han convertido, Joan Flaquer? Estamos ansiando verte dar un golpe seco en la mesa y poniendo en su sitio a quien ose intentar amilanarte. Queremos ver cómo pones en su sitio a quien ha hecho más daño que nadie y que, inexplicablemente, siempre sale impune.Dale la vuelta a la tortilla y, si es preciso, saca de nuevo el genio, que no la maldad.


No sea que nos convenzamos, tristemente, de que te crearon como un “malo” y acabas siendo un “tonto” de lo bueno que te quieren mostrar ahora y que, sinceramente, no cuaja, porque no va contigo. No eres tan creíble como “voluntario” como lo eras siendo “la joyita de Sant Climent”.


Entre lo mucho y lo poco siempre hay un término medio. Y mejor no buscarlo “sentado”…


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